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Hijos, guardaos de los ídolos.
Dame, hijo mío, tu corazón.
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Hijo de hombre, estos hombres han erigido sus ídolos en su corazón, y han puesto delante de su rostro lo que los hace caer en su iniquidad. ¿Me dejaré yo consultar por ellos?
Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría.
Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición.
La raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores.
Pero tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la perseverancia y la amabilidad.
Si las riquezas aumentan, no pongáis el corazón en ellas.
Mi fruto es mejor que el oro, que el oro puro, y mi ganancia es mejor que la plata escogida.
Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
El SEÑOR mira el corazón.
I Jn. 5:21 Pr. 23:26 Col. 3:2 Ez.14:3 Col. 3:5 I Ti. 6:9-11 Sal. 62:10 Pr. 8:19 Mt. 6:21 I S. 16