Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
El nos hizo nacer por la palabra de verdad.
La letra mata, pero el Espíritu da vida.
Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.
¿Cómo puede el joven guardar puro su camino? Guardando tu palabra.
Tu palabra me ha vivificado.
En mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti.
Me deleitaré en tus estatutos, y no olvidaré tu palabra.
Confío en tu palabra.
Mejor es para mí la ley de tu boca que millares de piezas de oro y de plata.
Jamás me olvidaré de tus preceptos, porque por ellos me has vivificado.
¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!, más que la miel a mi boca.
De tus preceptos recibo entendimiento,por tanto aborrezco todo camino de mentira.
Jn. 6:63 Stg. 1:18 II Co. 3:6 Ef. 5:25-27 Sal. 119:9, 50, 11, 16, 42, 72, 93, 103,14