»Dios amó tanto a la gente de este mundo,
que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no
muera, sino que tenga vida eterna.


viernes, 23 de marzo de 2012

Causa Justa

Dios nos está desafiando a hacer oraciones atrevidas y a pedir lo imposible, ¡oraciones que hacen que el sol se detenga en su lugar!
Es un desafío de una fe audaz. ¿Para qué? ¡Esa es la gran pregunta! ¿Qué le vamos a pedir a Dios? ¿Un carro nuevo, una casa más lujosa, una tele más grande? ¿Para eso será que Dios quiere que hagamos oraciones audaces? No lo creo. Cuando Josué pidió que Dios detuviera el sol, no fue para poder disfrutar más tiempo tomando limonada debajo de una palmera frente al mar. ¡NO! Josué pidió que se detuviera el sol para poder continuar la batalla contra el enemigo, poniendo inclusive, su vida en riesgo. Las batallas en el tiempo de Josué eran mano a mano, no era como hoy en día que un país puede lanzar bombas y misiles a larga distancia sin tener que ver, sentir o percibir la muerte y el peligro. Josué podía ver los ojos feroces de sus enemigos, oler su humor, el aliento, sentir el odio y la sed de venganza. Josué estaba bañado en la sangre de sus enemigos, su condición distaba mucho de un día de campo al lado del mar. De modo que, cuando Josué pide que el sol se detenga, no era para descansar ni para que su vida fuera más fácil, no era para dejar de tener problemas y dificultades.
¿Cuántas veces es precisamente eso de lo que se compone nuestra oración? “Dios, líbrame de mis problemas”, “Señor, líbrame de esta incomodidad”. Todos quisiéramos una vida sin estorbos, sin problemas, pero eso no es a lo que nos llama Dios. El nos ha llamado a una guerra y en esta guerra, Él quiere que le pidamos lo imposible, lo extraordinario, lo inalcanzable. Esas oraciones nos van a costar trabajo, sudor, esfuerzo; pero serán para que Dios sea glorificado.
No se trata de mí, no se trata de mi comodidad, ¡se trata de que Dios sea glorificado! Se trata del avance del Reino de Dios. La causa es noble, pues se trata de la salvación de millones de almas, por eso Dios nos desafía a orar de una manera audaz. ¿Te unirás con migo al ejército revolucionario que Dios está levantado? ¡Que este sea nuestro clamor: Dios, úsame para que tu reino sea establecido en mi generación!
Que esta sea nuestra oración: “Señor, cueste lo que cueste, permite que mi vida marque una diferencia en tu reino. ¡Que yo sirva para que tú seas glorificado sobre la tierra!”